miércoles, 22 de abril de 2015

Café con leche

Soy la hija menor, café con leche, de una familia ensamblada. Siempre me defino con esa frase, que puede resumir un poco el embrollo en mi cabeza. Café con leche porque papá viene de una familia partidaria de la circuncisión, y mamá del agua bendita y la cruz en la frente. Ninguno es practicante, aunque cada tanto vamos al servicio por el Día del Perdón y tengo mi Estrella de David en oro que me regaló mi abuelo al nacer; también tengo varios rosarios desde piedra hasta plástico, y fuí a misa en la Iglesia de San Nicolás de Bari cuando murió Juan Pablo II. Lo primero es más por la tradición y las ganas de acompañar a papá, lo último sospecho que lo hice máspor el evento socio-histórico y quise ser parte de alguna manera. 
Mis padres se pusieron de acuerdo en una cosa, que fue no obligarme a profesar ninguna religión en particular. Por eso, y porque papá es un fanático de la historia y le gusta desmitificar, crecí creyendo que las religiones son empresas que lucran con los milagros de un tipo inodoro, incoloro e insípido, en caso de que exista. Lo bueno, además de ahorrarme diezmos, es que creé mi propia moral. De ahí a que esté firme, te cuento dentro de un par de años, pero lo cierto es que no me gusta que me digan que un tipo, al que no veo ni escucho, prefiere que yo me maneje de tal manera. Una vez un vecino me dijo "y pero de dónde crees que venís?" y yo le dije que de mis viejos (y dejémoslo ahí porque no es algo en lo que quiera pensar demasiado, gracias).
De todas formas, muchas veces sufro la ausencia de fe, que creo que es algo distinto a la religión. En momentos de profundo miedo (desde la turbulencia del avión hasta la muerte del ser querido) no se bien a quién o a qué acudir, y eso me genera mucha angustia, pero creo que también puede ayuadarme a fortalecerme (o a perecer en el intento). 
Desde los 3 años viví con mi abuela materna Memé, que me hacía rezar en francés todas las noches antes de dormir, porque sólo así sabía hacerlo ella. Ya no recuerdo el rezo completo, pero le hablaba al "Petit Jesus", y le prometía que "je ne pecherai plus" ("no pecaré más", era culpable antes de demostrar lo contrario; y después nos quejamos de la justicia de faltas, ahí tenés!). Cuando fui creciendo me fui alejando de esta tradición, principalmente por no querer comulgar con la iglesia católica. 
Con el tiempo, compré libros como "El Anticristo", que nunca llegué a leer porque presté a no-se-quién y no volvió. Su solo título escanzalizaba a mi abuela. Me gustaba un poco eso, la rebeldía; ahora que ella ya no está, pienso que no era necesario hacerla sufrir con esas cosas, pero yo sentía que así formaba mi personalidad mas marcadamente.
En general, me parece que acá puede haber una herramienta más para endulzar el proceso de felicidad. Mi idea en general es que, mientras no jodas a los demás, ni me jodás a mi, todo bien, haz lo que te plazca. Así que por favor señores evangelistas, cristianos, y otros bueyes (no quiero ofender, sólo no entiendo las diferencias!), por favor, dejen de tocarme el timbre los sábados.

sábado, 11 de abril de 2015

Este momento

Es el sábado de una semana agitada. Empecé a trabajar, a viajar al centro todos los días, a cumplir un horario, a tratar con gente que no había visto antes, a convivir con ellos en el mismo espacio. Quizás me apresuro al sacar conclusiones hoy sábado (porque la semana suele cerrarse el domingo) pero siento la necesidad de hacerlo ahora, especialmente porque no quiero olvidar nada de lo que está dando vueltas por mi cabeza.
Lo más leve y no por eso menos importante es que aún viajando en transporte público en horario pico, me divertí. Cómo que te divertiste Lucía? Que demonios es esa locura que estás diciendo? Si, juro que me divertí. Todos los días me reí al menos por algo y con alguien (desconocido, lo que definitivamente suma puntos). Los dos mejores fueron un hombre y su hijo con la capacidad de hacer cubos rubik a la velocidad de la luz, y no sólo el común que todos conocemos, sino unos con formas angulares y recortes desiguales y muchas caras y colores. Yo les pregunté si tenían algún superpoder, ellos dijeron que era fácil, sólo había que prestar atención y tener paciencia (me bajé segura de que igual no son seres de este planeta y deciden mantener su identidad oculta). El otro fue un señor al que accidentalmente aplasté al llenarse el tren, y al pedirle disculpas me dijo que no había problema, que había que ver lo positivo y era que el tren estaba lleno porque los que viajamos es porque tenemos trabajo o estudio. Los dos casos, por caminos bien diferentes, me hicieron bajar con una sonrisa y una reflexión. Viajar como el orto no es sólo por estar apretado, es por la energía que te rodea, es por el mensaje que te quedás del día, es por lo que vos quieras llevarte de ese viaje. Claro que esto lo digo después de una semana y no de un año, pero porque quiero dejar esta sensación plasmada en algo más físico que mis ideas, así no lo olvido. Porque creo que es humano olvidar, esta es mi herramienta para no hacerlo. No quiero nunca olvidarme el ejercicio para sentir placer en las cosas mundanas del día a día, de las que no puedo escapar entonces mejor amigarme.
Tanto la comunión entre padre e hijo, que seguramente ellos no se percatan de lo hermosos que se veían y todo el amor que emanaban (y la admiración que tenía ese nene por su papá!), como la humildad del hombre positivo cuasi aplastado, me hicieron pensar... y el señor tenía razón, de hecho yo misma estaba en ese tren porque empecé a trabajar esta semana; era un cuerpo más a los anteriores. No me quiero meter en cuestiones políticas o ideológicas, me quiero quedar en las emociones.  Me sentí feliz, me di cuenta en qué me había metido.
Hoy con mi mamá fuimos a una charla sobre Mindfulness, algo así como una técnica de concentración relacionada con la respiración. Nos dieron algo básico de teoría y ejercicios; lo principal radica en situarse en el momento actual; aparentemente la mente suele estar separada del cuerpo porque el cuerpo está en el presente, pero la mente está en el pasado o en el futuro; este bombardeo de ideas constante y malgaste de energías en qué hice o qué voy a hacer, revolviendo y volviendo a revolver. Nah ni se a qué se refiere... Anyway, la idea es que por ese momento te concentres en el ahora, a través de los sentidos. Resumo: muy, muy interesante. Relajante, diría.
Después caminamos, tomamos un café y charlamos, en castellano y en francés. Seguro ya todas sus amigas lo saben. Se que mi mamá extraña hablar en francés porque así lo hacía con mi abuela; a mi no es algo que me resulte natural, pero el esfuerzo vale su alegría. 
Y qué tiene que ver el tren, el trabajo, la respiración y mi mamá? Aunque parezca un chiste de gallegos tienen que ver en que hoy, sábado, se cumplen un montón de días seguidos que estoy contenta, tantos que perdí la cuenta. En una época solía saber cuándo fue el último día que lloré, ahora ya no se ni cuándo lloré por última vez ni cuando reí por primera.
Y tienen que ver, sobre todo, porque quise escribir sobre todas estas cosas, porque quizás pueda inspirar a alguien que me lea, y que todavía no sepa cómo generar su propia sonrisa.
La felicidad es un ejercicio y es egoísta, y con esto quiero decir que tu felicidad depende sólo de vos, sos el único responsable y nadie más debería validarlo. Ojalá yo al menos pueda aportar un granito de arena, así eso me hace feliz a mi también.


lunes, 6 de abril de 2015

Escribir sobre mi

Hasta la adolescencia disfruté mucho leer y escribir; mis libros de cabecera eran Mafalda, y Ana Frank era la lectura antes de dormir. En la época en la que que un chico tuviera televisión en la habitación era mala palabra, además de inaccesible, era puro estímulo a la imaginación. Mi materia preferida era Lengua, y escribía poesías sobre salvar al mundo, no a las guerras, y amor eterno y desenfrenado. Mi primera maestra todavía cuando me encuentra me pregunta si estudié teatro o letras, aparentemente por mis dos lados más desarrollados por naturaleza hasta ese entonces: la caradurez y las palabras.
Con los años, ninguno de los dos lados prosperó. Bueno, si soy caradura y sí me gustan las palabras, pero no hice ningún tipo de búsqueda de desarrollo personal en esos aspectos. La imagen en movimiento le ganó a las imágenes en la cabeza (claro, siempre es más fácil que alguien lo piense por vos), y dejé de leer y escribir. Cada tanto esbocé algunas líneas intentando aclarar sentimientos o pensamientos, es cierto que ver las ideas plasmadas les da orden fuera del menjunje en la cabeza. Ya en la Universidad, sentarse a estudiar mató toda posibilidad de lectura por placer, sólo un libro o dos en alguna vacación, que de todas formas me costó mucho retomar esto de “no perder el hilo” y dejé muchos a mitad de camino.
Ya el año pasado, 2014, en una profunda crisis de identidad y vocación, me tomé un tiempo para meditar. Me tomé suena a elección, cuando en verdad no tuve más opción, porque perderse a uno mismo es más angustiante que la aguja en el pajar. Y uno de los ejercicios que me propuse es terminar los libros que leyera, y escribir todo eso que me pasaba por la cabeza. Para lo primero, me fue muy fácil con Isabel Allende; puedo definirla hoy como mi autora preferida no sólo por su hermosa prosa, sino por lo inspiradora que es como mujer. Tuve la suerte de que cayera en mis manos su libro Paula, que es una extensa carta que dedica a su hija en su lecho de agonía por una terrible enfermedad, motivada por el temor a que su memoria se vea borrada al despertar, en la que hace un raconto de su vida. Paula fue de los primeros caminos hacia la luz, entender que mi heroína no era más que una mujer que luchó por llevar la vida que quiso, lo que le llevó cuarenta años descubrir y otros tantos poner en práctica. Isabel, en su acto de amor más profundo, me hizo ver que no todo está perdido aún perdido, que un hilo de vida es aún suficiente para crear.
Y así me encontré en mi trayectoria adolescente – adulto, tratando de elegir, sin muchas opciones tangibles pero con todas las posibilidades del mundo. Siempre la familia es algo importante, en las buenas y en las malas. Me refiero, en sus buenas y en sus malas cruzadas con las propias. Es tan interesante el entrecruzamiento de relaciones humanas, las formas en las que actúan los unos y los otros y cómo se combinan entre sí, las reacciones que generan, los resultados que alteran; no vemos esto en el día a día, le damos medida con la pespectiva. Los momentos de crisis son esos en los que tenemos toda la carne al aire, hay que prestar atención, no olvidar y saber perdonar. Formar la personalidad implica tanto saber hablar como saber callar, en general las personas más sabias me resultan aquellas que en pocas palabras pueden resumir un universo.
¿Por qué escribir sobre mi? Me hice mucho esta pregunta. Ayer me repregunté ¿por qué no? Se escribe sobre lo que se conoce, y este es mi intento por conocerme todos los días, los grises y los rosas. Ayer en la televisión había una novela, y me percaté acerca de que estas (casi) siempre son sobre gente millonaria, empresaria, realeza, o que tienen algún tipo de superpoder como nunca ir al baño, ni cocinar ni llorar porque están menstruando. Me refiero a que los personajes de ficción no son jamás gente normal, con sufrimientos normales. Es cierto que esa es la manera de generarnos distintos universos en nuestro imaginario y así crecer los mundos paralelos, pero no será mucho? No será una manera de meternos ideas sobre cómo podríamos querer ser o a qué podríamos querer llegar, con una eterna insatisfacción porque no nacemos en cunas de oro y definitivamente menstruamos una vez al mes. Sin ánimos de ser negativa o pesimista, a lo que quiero llegar es a que, escribo sobre mi, porque soy lo que conozco, y porque me considero normal; ni muy muy ni tan tan; ni más ni menos. Creo que tengo una vida de privilegio en muchos aspectos que es bueno reconocer, y también creo que tengo problemas como todos y otros problemas que son sólo míos.

Para ir cerrando, sólo espero mantener algo de constancia. Algo interesante, porque es todo lo que no suelo hacer. Es entonces un ejercicio más de los que me propongo, para encontrarme.